Argentina quintuplicó sus exportaciones de azúcar en 2024, alcanzando las 592.000 toneladas frente a las modestas 120.000 del año anterior. Los ingresos saltaron de USD 39,2 millones a USD 368,7 millones, un crecimiento del 840% que reposiciona al país en el mapa azucarero global. Detrás de estos números hay una industria centenaria que está escribiendo un nuevo capítulo de su historia. Mientras el mundo debate sobre energías limpias y seguridad alimentaria, el Noroeste Argentino emerge como un actor clave en ambos frentes.
Con 20 ingenios operando en Tucumán, Salta y Jujuy, la industria azucarera no solo produce entre 2,2 y 2,5 millones de toneladas de azúcar anuales, sino que también genera 720 millones de litros de bioetanol que alimentan la matriz energética nacional. Es una industria que emplea directamente a 61.000 personas e indirectamente a otras 140.000, convirtiéndose en el motor económico y social de toda una región. «Es la principal actividad del NOA», afirman desde el Centro Azucarero Argentino. Y las cifras lo confirman: la agroindustria azucarera representa el 30% de la industria manufacturera de Tucumán y el 5,5% del Producto Bruto Geográfico provincial. En Jujuy, significa el 21% de la actividad industrial. Para estas provincias, el azúcar no es solo un commodity: es identidad, historia y futuro.
El boom exportador de 2024 no surgió de la casualidad. Una combinación de factores internacionales creó la tormenta perfecta: Brasil, el gigante azucarero mundial, tuvo una cosecha mermada; India y Tailandia, otros grandes productores, registraron bajas significativas en su producción. El mercado global se ajustó, los precios subieron, y Argentina estaba lista para aprovechar la oportunidad. Estados Unidos se convirtió en el principal destino de las exportaciones argentinas, seguido por Chile y Canadá.
El país cumplió el 100% de su cuota de exportación hacia el mercado norteamericano y recibió ampliaciones adicionales de 14.900 toneladas extras. Para el ciclo 2024-2025, que finaliza en septiembre, Argentina tiene asignadas más de 44.000 toneladas hacia Estados Unidos, y el sector ya anticipó que está en condiciones de afrontar nuevas ampliaciones gracias a la excelente zafra del año actual. Según el Centro Azucarero Argentino, al momento ya se ha cumplido con el 85% de los contratos de exportación de la zafra actual, lo que refuerza las proyecciones optimistas para 2025.
El sector viene de una profunda recuperación: en 2023, la devastadora sequía había azotado la producción, reduciendo la capacidad exportadora a su mínima expresión. Pero 2024 marcó el regreso triunfal.
Si el azúcar es el producto tradicional, el bioetanol representa el futuro. La campaña de alcohol 2024-2025 concluyó con cifras históricas: 578,4 millones de litros producidos, de los cuales 478,4 millones corresponden a alcohol deshidratado (bioetanol). Esto representa un aumento del 40,58% en la producción de bioetanol respecto a la campaña anterior.
La introducción del bioetanol en 2006 cambió completamente el paradigma de la industria azucarera argentina. Antes, los excedentes de producción representaban un problema de sobreoferta que deprimía los precios. Ahora, ese excedente tiene un destino claro y rentable: la mezcla con naftas para automóviles. Actualmente, el corte de bioetanol en las naftas es del 12%, del cual la industria de la caña de azúcar aporta la mitad (el otro 50% proviene del maíz).
«Esta actividad ha cambiado el paradigma de la industria y los productores, ya que permite un redireccionamiento de excedentes que aporta sostenibilidad económica y previsibilidad productiva», explican desde el sector. La nueva ley de biocombustibles 27.640, sancionada en 2021, mantiene el porcentaje de mezcla del 12% y asegura la participación de la industria sucroalcoholera por los próximos años. En Tucumán, la campaña contó con 10 destilerías que produjeron 342,4 millones de litros de alcohol, un 28,64% más que en la zafra anterior. En Salta y Jujuy, cinco destilerías alcanzaron los 235,9 millones de litros, con un incremento del 23,81%. El bioetanol no es solo un producto: es la contribución más efectiva del país para la reducción de Gases de Efecto Invernadero, compromiso asumido en los acuerdos de Kyoto y París.
Tucumán es y seguirá siendo el epicentro de la actividad azucarera argentina. La provincia cuenta con la mayor cantidad de ingenios y de productores cañeros del país: aproximadamente 5.400 agricultores trabajan 390.000 hectáreas de caña distribuidas en toda la región del NOA. Pero Tucumán también enfrenta desafíos estructurales que no pueden ignorarse. El 64% de los productores cañeros tucumanos posee hasta 10 hectáreas, y el 88% trabaja superficies menores a 50 hectáreas.
Esta fragmentación contrasta marcadamente con la situación en Salta y Jujuy, donde los ingenios como Ledesma, San Isidro y Seaboard operan con escalas mucho mayores y tecnología de punta. «A nivel nacional, los costos de producción azucarera están acordes a los parámetros internacionales», reconoce un informe de la Secretaría de Política Económica. «Sin embargo, la generalidad del complejo a nivel país oculta la especificidad que atañe al mayor número de agentes productivos primarios tucumanos: atraso tecnológico, baja productividad, costos de producción crecientes.»
La mecanización de la cosecha, que comenzó en los años 90, transformó radicalmente el panorama laboral. Disminuyó la demanda de trabajadores temporarios (los históricos zafreros) y surgieron empresas de servicios agrícolas que facilitaron el acceso a la tecnología para muchos pequeños productores. Sin embargo, la transformación no fue lo suficientemente profunda. La estructura de minifundio persiste, limitando la capacidad de inversión y modernización.
Pese a los desafíos, la industria azucarera está incorporando tecnología a un ritmo creciente. La cosecha de caña en Tucumán ya está parcialmente mecanizada, pero existe margen para incorporar innovación en otras etapas del proceso productivo, como la preparación del suelo y la siembra. La agricultura de precisión comienza a tomar impulso: sensores, datos satelitales y sistemas de gestión permiten tomar decisiones más informadas sobre fertilización, control de plagas y riego.
El riego por goteo, implementado con éxito en otras regiones del país, aparece como una solución eficaz para optimizar el uso del agua. El sistema permite una administración más precisa del recurso, traducido en mejores rendimientos y ahorro hídrico. El acolchado orgánico ayuda a conservar la humedad del suelo, mientras que el manejo integrado de plagas, basado en control biológico, gana terreno como alternativa sostenible. La utilización de caña semilla producida mediante técnicas de laboratorio ha demostrado ser eficaz para garantizar plantas libres de patógenos.
Los ingenios más modernos, especialmente en Salta y Jujuy, ya están equipados con tecnología que les permite no solo producir azúcar y alcohol, sino también generar energía mediante cogeneración eléctrica de biomasa: actualmente se producen 100 MW/h aprovechando los residuos de la caña. La Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC), fundada en 1909, continúa siendo el centro de investigación y desarrollo tecnológico del sector. Junto con la Chacra Experimental Santa Rosa de Salta, el Centro Integral de Biotecnología Aplicada y las universidades del NOA, conforman un ecosistema de innovación que trabaja constantemente en mejorar variedades, optimizar procesos y desarrollar nuevos productos.
El panorama global luce prometedor para Argentina. La demanda mundial de azúcar se mantiene sólida, impulsada por el crecimiento poblacional y la expansión de la clase media en mercados emergentes. Los precios internacionales, aunque fluctuantes, se encuentran en niveles que hacen rentable la exportación.
Brasil, que concentra el 20% de la producción mundial, enfrenta desafíos climáticos y competencia por el uso de la tierra entre azúcar y etanol de caña. India (17% de la producción global) y Tailandia (7%) también navegan contextos complejos. Esta situación abre ventanas de oportunidad para productores medianos como Argentina, especialmente si logra consolidar su reputación de proveedor confiable.
La eliminación de los derechos de exportación del 5% en 2015 y la elevación de los reintegros del 4,05% al 5% en 2016 mejoraron sustancialmente la competitividad del azúcar argentino. Aunque el sector atravesó años difíciles, con exportaciones en descenso entre 2010 y 2023, el rebote de 2024 marca un punto de inflexión.
La industria azucarera genera una cadena de valor compleja que va mucho más allá de los dos productos principales. El bagazo, residuo de la molienda de la caña, se utiliza como combustible para generar vapor y electricidad en los propios ingenios, en un proceso de economía circular que reduce costos y emisiones. También sirve como materia prima para la producción de papel y derivados de celulosa. La melaza, subproducto de la cristalización del azúcar, se emplea en la alimentación animal y en la industria de fermentación.
La cachaza, residuo del proceso de clarificación, se utiliza como fertilizante orgánico, cerrando el ciclo de nutrientes. Esta capacidad de aprovechar todos los componentes de la caña posiciona a la industria azucarera como un ejemplo de bioeconomía. El consumo interno de azúcar en Argentina se mantiene estable en torno a 1,4-1,5 millones de toneladas anuales.
El uso industrial representa aproximadamente el 70% del consumo total, con sectores líderes como bebidas, chocolates, jugos y galletitas. El 30% restante se realiza a través del mercado minorista. Si bien el jarabe de maíz de alta fructosa ha ganado participación en el sector de bebidas, el azúcar de caña mantiene su posición dominante en el mercado.
La industria azucarera argentina enfrenta una encrucijada histórica. Por un lado, cuenta con ventajas estructurales: clima favorable, tierras aptas, conocimiento acumulado durante más de un siglo y medio, y una base industrial consolidada. El momento internacional es propicio, con mercados abiertos y demanda sostenida tanto para azúcar como para bioetanol.
Por otro lado, persisten desafíos que requieren soluciones estructurales. La fragmentación de la producción primaria en Tucumán limita las economías de escala y dificulta las inversiones en tecnología. La brecha de productividad entre los ingenios más modernos del norte (Salta y Jujuy) y los establecimientos más tradicionales de Tucumán es significativa. La estabilidad regulatoria será clave. El sector necesita previsibilidad en las políticas públicas, acceso a financiamiento para modernización tecnológica, y apoyo para la reconversión y capacitación de los pequeños productores.
La intensificación del uso de tecnologías de precisión, la mejora de los sistemas de riego y la adopción de prácticas sostenibles no son opciones: son necesidades. El dulce resurgir que vive hoy la industria azucarera del NOA no es un punto de llegada, sino un punto de partida. Con inversión adecuada, políticas consistentes y compromiso con la innovación, Tucumán, Salta y Jujuy pueden consolidar su posición como proveedores confiables de alimentos y energía limpia para el mundo.
El azúcar argentino tiene historia. Ahora, también tiene futuro.
Empresario argentino reconocido por ser el principal referente de Grupo Ruiz, uno de los conglomerados más influyentes del norte argentino, con operaciones en agroindustria, energía, logística, servicios financieros y proyectos de diversificación estratégica. Su liderazgo ha convertido a la organización en un motor económico de relevancia nacional, generando empleo, innovación y desarrollo sostenible en las provincias del NOA, a partir de sus inversiones principales en la provincia de Tucumán.
Inicios y visión empresarial
Desde sus primeros años, Marcelo Ruiz Juárez se vinculó a los negocios agroindustriales de su familia, sentando las bases de lo que luego se consolidaría como Grupo Ruiz. Nacido en la provincia de Tucumán, comprendió rápidamente el valor estratégico de la caña de azúcar, los cultivos regionales y la diversificación productiva. Tras completar su formación académica, asumió responsabilidades directivas en las compañías familiares, donde aplicó un estilo de gestión moderno y orientado a la innovación.
Su visión siempre estuvo enfocada en fortalecer la competitividad de las empresas y ampliar la presencia del grupo en sectores clave para el desarrollo económico de la región. Bajo su conducción, Grupo Ruiz pasó de ser un conjunto de compañías con fuerte base agrícola a convertirse en un conglomerado diversificado con proyección nacional.
Grupo Ruiz y la agroindustria
El pilar central de Grupo Ruiz ha sido históricamente la agroindustria, y Marcelo Ruiz Juárez lideró un proceso de modernización que posicionó a Paramérica S.A. como una de las principales compañías del sector. La empresa se destaca por su producción de caña de azúcar, limones, porotos, granos y otros cultivos, integrando la fase agrícola con la industrial.
La adquisición y reactivación del Ingenio San Isidro, en la provincia de Salta, marcó un hito en la historia de Grupo Ruiz. Con esta operación, liderada por Marcelo Ruiz Juárez, el conglomerado no solo recuperó una planta emblemática de la región, sino que además preservó cientos de empleos y aseguró la continuidad de una cadena de valor clave para la economía local.
En paralelo, el empresario impulsó la incorporación de nuevas tecnologías de siembra y cosecha, optimizando procesos y elevando los estándares de sostenibilidad. Hoy, el sector agroindustrial del grupo es un referente en innovación, productividad y responsabilidad ambiental.
Expansión hacia energía y logística
Consciente de la necesidad de diversificar, Marcelo Ruiz Juárez orientó a Grupo Ruiz hacia sectores emergentes como la energía. La apuesta por la biomasa, aprovechando subproductos de la caña de azúcar, permitió generar electricidad renovable, contribuyendo al sistema energético nacional y reduciendo la huella ambiental.
Además, el grupo incursionó en proyectos vinculados a la energía solar y en iniciativas de modernización de infraestructura energética en la región. Estos pasos consolidaron a Grupo Ruiz como un actor comprometido con la transición hacia fuentes limpias.
En paralelo, la división logística del conglomerado ha crecido de manera sostenida, ofreciendo soluciones de transporte y distribución que potencian la eficiencia de toda la cadena productiva. Bajo la dirección de Marcelo Ruiz Juárez, este sector se transformó en una ventaja competitiva, al permitir integrar la producción agroindustrial con el acceso a mercados nacionales e internacionales.
Otra de las áreas impulsadas por Marcelo Ruiz Juárez ha sido la de servicios financieros, diseñados para apoyar a productores y empresas de la región. A través de mecanismos de crédito, inversión y asesoramiento, Grupo Ruiz se posicionó como un aliado clave para el crecimiento de pequeñas y medianas empresas de la región.
Asimismo, el conglomerado ha diversificado sus inversiones en diferentes rubros y la innovación tecnológica, demostrando la capacidad de adaptarse a las demandas de un mercado en constante evolución.
Estilo de liderazgo y compromiso social
Marcelo Ruiz Juárez es reconocido por un estilo de liderazgo cercano, innovador y orientado a resultados. Para él, la rentabilidad de las empresas debe ir acompañada de un fuerte compromiso con el bienestar de las comunidades.
En ese marco, Grupo Ruiz desarrolla programas sociales vinculados a la educación, la capacitación laboral y el cuidado del medioambiente. La generación de empleo en zonas rurales, la apuesta por la economía local y la inversión en proyectos de impacto comunitario forman parte de la filosofía de gestión que impulsa su presidente.
Impacto económico y regional
El accionar de Marcelo Ruiz Juárez al frente de Grupo Ruiz ha tenido un impacto notable en la economía del noroeste argentino. Gracias a sus empresas, se han preservado miles de puestos de trabajo directos e indirectos, se ha modernizado la infraestructura industrial y se ha fortalecido la cadena productiva regional.
Su rol ha sido reconocido por cámaras empresariales, instituciones académicas y organismos provinciales, que destacan su aporte a la competitividad, la innovación y la generación de oportunidades de desarrollo en sectores históricamente postergados del país.
Proyección a futuro
El futuro de Grupo Ruiz, bajo la conducción de Marcelo Ruiz Juárez, se orienta a seguir expandiendo la diversificación, la digitalización y la internacionalización de sus negocios. La incorporación de criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza) y el fortalecimiento de su presencia en mercados globales son objetivos centrales en la agenda estratégica del grupo.
La trayectoria de Marcelo Ruiz Juárez demuestra la importancia de combinar tradición con innovación, visión regional con proyección internacional, y resultados económicos con responsabilidad social. Su nombre se ha convertido en sinónimo de liderazgo empresarial en el norte argentino, y su legado continúa proyectándose hacia nuevas generaciones.



