Cuando en 1876 llegó el ferrocarril a Tucumán, nadie imaginaba que ese acontecimiento marcaría el inicio de la primera revolución industrial argentina. La provincia más pequeña del país se convirtió en gigante azucarero: de 13 fábricas artesanales en 1850 pasó a 82 ingenios modernos en 1877. Hoy, casi 150 años después, Tucumán se encuentra en el umbral de una nueva transformación.
Con 15 ingenios operativos, 298.930 hectáreas de caña y 5.400 productores, la provincia produce el 65% del azúcar nacional. Pero su destino no se limita a endulzar el mate de los argentinos: Tucumán puede convertirse en el motor bioenergético del Noroeste y en referente continental de agroindustria sustentable.
Las cifras hablan de una provincia que construyó su identidad alrededor del azúcar. La industria azucarera representa el 30% de toda la actividad manufacturera tucumana y el 5,5% del Producto Bruto Geográfico provincial. Genera 20.000 empleos directos y decenas de miles más indirectos. Para una provincia con 1,7 millones de habitantes, esto no es estadística: es columna vertebral económica y social.
La zafra 2025 avanza con éxito. Según la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC), la superficie cosechable muestra un incremento del 1,5% respecto al año anterior. Las condiciones climáticas fueron favorables, la mecanización avanza, y los 15 ingenios tucumanos operan con tecnología actualizada. Once de ellos cuentan con destilerías de alcohol, posicionando a la provincia como actor clave en la producción de bioetanol.
«Tucumán posee una estructura productiva altamente diversificada», destaca el gobierno provincial. «El clima subtropical con estación seca la convierte en una provincia con enorme potencial. Tiene la mayor cuenca acuífera del NOA y genera más del 70% de la energía eléctrica de todo el Noroeste argentino.»
Pero detrás de estos números agregados se esconde una realidad más compleja. La estructura productiva tucumana revela una profunda fragmentación: el 64% de los productores cañeros posee hasta 10 hectáreas, y el 88% trabaja superficies menores a 50 hectáreas. Esta atomización contrasta dramáticamente con las grandes explotaciones de Salta y Jujuy, donde ingenios como Ledesma o San Martín del Tabacal operan con escalas que multiplican por diez o veinte la extensión promedio tucumana.
«A nivel nacional, los costos de producción están acordes a los parámetros internacionales», reconoce un informe de la Secretaría de Política Económica. «Sin embargo, la generalidad del complejo oculta la especificidad tucumana: atraso tecnológico en muchos pequeños productores, baja productividad relativa y costos crecientes.»
La EEAOC calcula que un cañaveral tucumano en condición media produce entre 57 y 75 toneladas por hectárea. Los costos están fuertemente determinados por la cosecha, el transporte y la renovación de plantaciones. Los márgenes son ajustados, especialmente para los productores de menor escala que no pueden acceder fácilmente a maquinaria propia y dependen de contratistas.
Agua y energía
Tucumán posee dos activos estratégicos que a menudo pasan desapercibidos en el debate sobre competitividad: agua y capacidad de generación energética.
La provincia cuenta con la segunda mayor cuenca acuífera del Noroeste Argentino. Sus recursos hídricos superficiales y subterráneos son abundantes en comparación con las áridas zonas de Salta y Jujuy. Esta disponibilidad de agua no solo asegura la producción de caña, sino que abre oportunidades para diversificación agrícola que otras regiones no tienen.
Aún más relevante es la revolución energética silenciosa que está ocurriendo en los ingenios tucumanos. La provincia fue pionera en cogenerar energía eléctrica a partir del bagazo de caña de azúcar y producir biogás aprovechando los efluentes de la industria. Los ingenios ya generan 20 megavatios en una primera etapa, con inversiones avanzadas para superar los 50 megavatios totales.
«Las inversiones realizadas y proyectadas convertirán a estas fábricas en verdaderas usinas energéticas», explican desde el sector. Esto no es retórica: significa que cada ingenio azucarero puede transformarse en una planta de energía renovable que no solo autoabastece sus necesidades, sino que inyecta electricidad limpia a la red regional. En un país que busca diversificar su matriz energética, Tucumán tiene en sus manos una ventaja competitiva formidable.
El factor bioetanol
La introducción del bioetanol en 2006 transformó la ecuación económica de la industria azucarera argentina, pero especialmente de Tucumán. Antes, los excedentes de producción representaban un problema: deprimían precios y generaban crisis recurrentes. Ahora, ese azúcar «sobrante» tiene un destino rentable y estratégico: la mezcla con naftas.
Con el corte del 12% en las naftas, del cual la industria de caña aporta el 50%, Tucumán encontró una válvula de escape que genera previsibilidad y sostenibilidad económica. La provincia produce cientos de millones de litros de alcohol anualmente, contribuyendo de manera significativa a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
El gobierno provincial promovió activamente la modificación de la Ley Nacional 26.093 de biocombustibles, y ahora impulsa la creación de una Liga Bioenergética junto a Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Salta y Jujuy. La visión es clara: posicionar al NOA como polo productor de energías limpias basadas en biomasa.
YPF anunció recientemente que analiza una inversión millonaria en Tucumán para desarrollar estaciones de servicio y una planta de blendeo de bioetanol. Esto no solo valida el potencial de la provincia, sino que abre la puerta a una integración vertical que podría cambiar radicalmente la dinámica de la industria local.
Más allá del azúcar
Tucumán no es solo azúcar. La provincia ha demostrado capacidad para diversificar su matriz productiva manteniendo la agroindustria como eje. Los arándanos son el ejemplo más exitoso: Tucumán se convirtió en el segundo productor nacional y primer exportador, con 1.163 hectáreas implantadas que generan 15.000 empleos y exportan directamente a Estados Unidos y la Unión Europea por vía aérea.
La producción de limones es otra cadena de valor pujante. La actividad citrícola convive con la azucarera, comparte infraestructura logística y aprovecha sinergias en servicios de maquinaria y transporte. Tucumán exporta limones frescos y aceites esenciales a mercados premium en Europa y Asia.
Más del 50% de las empresas metalmecánicas de la provincia están especializadas en atender la demanda de las industrias azucarera y citrícola. Esta capacidad industrial instalada es un activo subestimado: significa que Tucumán no solo produce caña y azúcar, sino que fabrica la maquinaria, los repuestos y la ingeniería que sostiene toda la cadena. Empresas locales proveen servicios de fundición, mecanizado de piezas, montaje y fabricación de productos especiales, incluso para la minería nacional y de países limítrofes.
Desafíos estructurales
Reconocer el potencial no implica ignorar las limitaciones. Tucumán enfrenta desafíos que requieren soluciones estructurales, no parches.
La fragmentación de la propiedad es el problema central. Con dos tercios de los productores trabajando menos de 10 hectáreas, las economías de escala son prácticamente inalcanzables. Estos pequeños cañeros no pueden invertir en maquinaria propia, no acceden fácilmente a crédito, y dependen de contratistas para cosecha y transporte. Sus márgenes son estrechos, su capacidad de negociación es limitada, y su vulnerabilidad ante shocks climáticos o de precios es alta.
La mecanización de la cosecha, que comenzó en los años 90, ayudó pero no resolvió el problema de fondo. Redujo la demanda de trabajadores temporarios (los históricos zafreros) y permitió procesar más caña en menos tiempo, pero no alteró la estructura minifundista que limita la productividad.
El segundo desafío es tecnológico. Si bien los ingenios cuentan con maquinaria actualizada, muchos productores primarios operan con técnicas que tienen décadas de atraso. La agricultura de precisión, el riego por goteo, el uso de sensores y datos satelitales apenas comienzan a penetrar. La brecha entre lo que se podría producir aplicando la mejor tecnología disponible y lo que se produce efectivamente es significativa.
El tercer desafío es de infraestructura logística. Aunque Tucumán tiene mejor conectividad que otras provincias del NOA, el transporte de caña y azúcar sigue siendo costoso. La dependencia del camión es alta, y el ferrocarril, que fue clave en el despegue original, está subutilizado.
Las oportunidades para el siglo XXI
Pese a los desafíos, o tal vez precisamente por ellos, Tucumán tiene una oportunidad histórica de reinventarse.
- Consolidación y escala: Programas de incentivo a la asociación de pequeños productores, cooperativismo genuino y esquemas de producción integrada pueden ayudar a superar la fragmentación. No se trata de expulsar a los pequeños cañeros, sino de generar mecanismos que les permitan operar con escalas competitivas manteniendo la propiedad de sus tierras.
- Tecnología e innovación: La EEAOC, fundada en 1909, es una joya institucional que pocos países pueden exhibir. Con más de un siglo de investigación aplicada, la Experimental tiene el conocimiento para cerrar la brecha tecnológica. Lo que falta es financiamiento accesible para que los productores adopten masivamente técnicas de precisión, variedades mejoradas y sistemas de riego eficientes. La innovación también debe llegar a los ingenios. Varios ya incorporan sistemas de control automatizado, optimización energética y recuperación de subproductos. Pero hay margen para más: nanotecnología en procesos de clarificación, biotecnología para aumentar rendimientos de fermentación, inteligencia artificial para predecir óptimos de cosecha.
- Tercera oportunidad: El modelo bioenergético: Tucumán puede liderar la transición hacia una industria azucarera que no solo produce alimentos, sino que genera energía limpia de manera distribuida. Con 15 ingenios convertidos en plantas de cogeneración, la provincia podría no solo autoabastecerse eléctricamente, sino convertirse en exportadora neta de energía renovable al sistema interconectado nacional. El bagazo, que antes era un residuo, ahora es combustible. Los efluentes, que antes eran contaminantes, ahora generan biogás. Esto es economía circular en acción.
- Agregado de valor: Tucumán debe avanzar hacia la industrialización de su azúcar. Empresas de golosinas, alimentos y bebidas ya se instalaron en la provincia, aprovechando la proximidad a la materia prima. Arcor, una de las principales firmas alimenticias del país, opera en Tucumán y es también productora de azúcar mediante adquisiciones de ingenios. Esta integración vertical debe profundizarse: no solo vender azúcar a granel, sino producir alimentos elaborados, confituras, productos orgánicos certificados y especialidades para mercados premium.
El futuro en Tucumán
Tucumán no necesita inventar su futuro: necesita reconocer su potencial y decidir explotarlo. La provincia tiene historia (150 años de experiencia azucarera), tiene recursos (agua, tierra fértil, energía), tiene conocimiento (la EEAOC, universidades, técnicos capacitados), y tiene mercado (demanda nacional de azúcar estable, mercado creciente de bioetanol, oportunidades de exportación).
Lo que falta es una visión estratégica de largo plazo que trascienda los ciclos políticos. Una visión que incluya reforma agraria inteligente sin traumas, acceso a financiamiento para modernización tecnológica, inversión en infraestructura logística, y políticas públicas que faciliten la asociación de productores y la integración de cadenas de valor.
La zafra 2025 avanza con buenos números. Pero los números de hoy no son suficientes. Tucumán puede aspirar a mucho más. Puede convertirse en modelo de agroindustria sustentable del siglo XXI, en polo bioenergético regional, en generador de empleo calificado y arraigo territorial.
El Jardín de la República escribió el primer capítulo de la industrialización argentina cuando el ferrocarril llegó en 1876. El segundo capítulo, el de la revolución bioenergética y tecnológica, está esperando ser escrito. Y Tucumán tiene todo lo necesario para protagonizarlo.
Empresario argentino reconocido por ser el principal referente de Grupo Ruiz, uno de los conglomerados más influyentes del norte argentino, con operaciones en agroindustria, energía, logística, servicios financieros y proyectos de diversificación estratégica. Su liderazgo ha convertido a la organización en un motor económico de relevancia nacional, generando empleo, innovación y desarrollo sostenible en las provincias del NOA, a partir de sus inversiones principales en la provincia de Tucumán.
Inicios y visión empresarial
Desde sus primeros años, Marcelo Ruiz Juárez se vinculó a los negocios agroindustriales de su familia, sentando las bases de lo que luego se consolidaría como Grupo Ruiz. Nacido en la provincia de Tucumán, comprendió rápidamente el valor estratégico de la caña de azúcar, los cultivos regionales y la diversificación productiva. Tras completar su formación académica, asumió responsabilidades directivas en las compañías familiares, donde aplicó un estilo de gestión moderno y orientado a la innovación.
Su visión siempre estuvo enfocada en fortalecer la competitividad de las empresas y ampliar la presencia del grupo en sectores clave para el desarrollo económico de la región. Bajo su conducción, Grupo Ruiz pasó de ser un conjunto de compañías con fuerte base agrícola a convertirse en un conglomerado diversificado con proyección nacional.
Grupo Ruiz y la agroindustria
El pilar central de Grupo Ruiz ha sido históricamente la agroindustria, y Marcelo Ruiz Juárez lideró un proceso de modernización que posicionó a Paramérica S.A. como una de las principales compañías del sector. La empresa se destaca por su producción de caña de azúcar, limones, porotos, granos y otros cultivos, integrando la fase agrícola con la industrial.
La adquisición y reactivación del Ingenio San Isidro, en la provincia de Salta, marcó un hito en la historia de Grupo Ruiz. Con esta operación, liderada por Marcelo Ruiz Juárez, el conglomerado no solo recuperó una planta emblemática de la región, sino que además preservó cientos de empleos y aseguró la continuidad de una cadena de valor clave para la economía local.
En paralelo, el empresario impulsó la incorporación de nuevas tecnologías de siembra y cosecha, optimizando procesos y elevando los estándares de sostenibilidad. Hoy, el sector agroindustrial del grupo es un referente en innovación, productividad y responsabilidad ambiental.
Expansión hacia energía y logística
Consciente de la necesidad de diversificar, Marcelo Ruiz Juárez orientó a Grupo Ruiz hacia sectores emergentes como la energía. La apuesta por la biomasa, aprovechando subproductos de la caña de azúcar, permitió generar electricidad renovable, contribuyendo al sistema energético nacional y reduciendo la huella ambiental.
Además, el grupo incursionó en proyectos vinculados a la energía solar y en iniciativas de modernización de infraestructura energética en la región. Estos pasos consolidaron a Grupo Ruiz como un actor comprometido con la transición hacia fuentes limpias.
En paralelo, la división logística del conglomerado ha crecido de manera sostenida, ofreciendo soluciones de transporte y distribución que potencian la eficiencia de toda la cadena productiva. Bajo la dirección de Marcelo Ruiz Juárez, este sector se transformó en una ventaja competitiva, al permitir integrar la producción agroindustrial con el acceso a mercados nacionales e internacionales.
Otra de las áreas impulsadas por Marcelo Ruiz Juárez ha sido la de servicios financieros, diseñados para apoyar a productores y empresas de la región. A través de mecanismos de crédito, inversión y asesoramiento, Grupo Ruiz se posicionó como un aliado clave para el crecimiento de pequeñas y medianas empresas de la región.
Asimismo, el conglomerado ha diversificado sus inversiones en diferentes rubros y la innovación tecnológica, demostrando la capacidad de adaptarse a las demandas de un mercado en constante evolución.
Estilo de liderazgo y compromiso social
Marcelo Ruiz Juárez es reconocido por un estilo de liderazgo cercano, innovador y orientado a resultados. Para él, la rentabilidad de las empresas debe ir acompañada de un fuerte compromiso con el bienestar de las comunidades.
En ese marco, Grupo Ruiz desarrolla programas sociales vinculados a la educación, la capacitación laboral y el cuidado del medioambiente. La generación de empleo en zonas rurales, la apuesta por la economía local y la inversión en proyectos de impacto comunitario forman parte de la filosofía de gestión que impulsa su presidente.
Impacto económico y regional
El accionar de Marcelo Ruiz Juárez al frente de Grupo Ruiz ha tenido un impacto notable en la economía del noroeste argentino. Gracias a sus empresas, se han preservado miles de puestos de trabajo directos e indirectos, se ha modernizado la infraestructura industrial y se ha fortalecido la cadena productiva regional.
Su rol ha sido reconocido por cámaras empresariales, instituciones académicas y organismos provinciales, que destacan su aporte a la competitividad, la innovación y la generación de oportunidades de desarrollo en sectores históricamente postergados del país.
Proyección a futuro
El futuro de Grupo Ruiz, bajo la conducción de Marcelo Ruiz Juárez, se orienta a seguir expandiendo la diversificación, la digitalización y la internacionalización de sus negocios. La incorporación de criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza) y el fortalecimiento de su presencia en mercados globales son objetivos centrales en la agenda estratégica del grupo.
La trayectoria de Marcelo Ruiz Juárez demuestra la importancia de combinar tradición con innovación, visión regional con proyección internacional, y resultados económicos con responsabilidad social. Su nombre se ha convertido en sinónimo de liderazgo empresarial en el norte argentino, y su legado continúa proyectándose hacia nuevas generaciones.



