Con 140 millones de toneladas de granos producidas anualmente y exportaciones que representan 6 de cada 10 dólares que ingresan al país, el agro argentino se consolida como el motor económico nacional. Pero esto es apenas el comienzo: expertos proyectan que la producción podría alcanzar 250 millones de toneladas en la próxima década.
Mientras el mundo debate cómo alimentar a una población que superará los 9.000 millones de personas en 2050, Argentina se posiciona como una pieza clave en el tablero de la seguridad alimentaria global. El país sudamericano cuenta con una combinación única que pocos pueden igualar: tierras fértiles, agua abundante, conocimiento técnico avanzado y liderazgo en tecnología agrícola. Las cifras hablan por sí solas.
El sector agroindustrial argentino representa el 10% del Producto Bruto Interno y genera más de 4 millones de empleos, equivalentes al 23% del empleo privado formal del país. Con 36 cadenas de valor distribuidas en las 23 provincias, desde los cítricos del norte hasta las peras y manzanas de la Patagonia, el campo argentino no solo alimenta al mundo, sino que también articula la economía de toda una nación.
El año 2025 pinta especialmente bien para el agro argentino. Tras recuperarse de la devastadora sequía que afectó al sector en años anteriores, las proyecciones indican un crecimiento del 4,8% al 5% del PIB nacional, impulsado principalmente por la agricultura y la minería, según el Banco Mundial. Las exportaciones agroindustriales alcanzarían los USD 31.500 millones este año, con un incremento proyectado del 4,3% respecto a 2024.
La recuperación no es casualidad. Durante el primer semestre de 2025, las Cadenas Agroindustriales contribuyeron con USD 23.827 millones de un total de USD 39.741 millones exportados por Argentina. Esto significa que 6 de cada 10 dólares que ingresan al país provienen directamente del sector agroindustrial, consolidando al campo como la principal fuente de divisas. El trigo lidera la cosecha fina con una proyección récord de 20,5 millones de toneladas para 2025, gracias a la ampliación de la superficie de siembra y al mayor uso de semillas certificadas. La soja, el cultivo estrella argentino, mantiene su protagonismo con 18,6 millones de hectáreas sembradas que producirán cerca de 51 millones de toneladas. Mientras tanto, el girasol y el sorgo registran incrementos del 14% y 10% respectivamente.
La revoulción tecnológica del campo
Si hay algo que distingue a Argentina en el panorama agrícola global es su liderazgo en tecnología. El país fue pionero en la adopción masiva de la siembra directa, una técnica que revolucionó la agricultura al permitir conservar el suelo, reducir la erosión y aumentar la eficiencia productiva. Hoy, más del 90% de los productores argentinos utilizan esta práctica, una cifra que habla del compromiso del sector con la innovación. Pero la siembra directa es apenas el comienzo.
Argentina lidera también en agricultura de precisión, con más del 47% de su superficie agrícola documentada mediante herramientas avanzadas de monitoreo y gestión de datos. El 95% del parque de cosechadoras cuenta con monitores de rendimiento, y más de 18 millones de hectáreas son relevadas con telemetría en tiempo real. «La clave de los altos rendimientos está en el manejo de los factores que influyen en la productividad de los cultivos», explica Fernando Scaramuzza, especialista en Agricultura de Precisión del INTA. «Por eso la gestión de esos factores y la aplicación de los insumos según ambientes es una herramienta de diferenciación para ser un productor más eficiente y preciso.»
Las innovaciones no se detienen. Inteligencia artificial, robótica, drones, satélites y plataformas digitales integradas están transformando la manera de producir. Empresas argentinas desarrollan tecnología propia que compite a nivel internacional, desde sembradoras de precisión hasta sistemas de aplicación selectiva de fitosanitarios que reducen el uso de agroquímicos hasta en un 70%.
Potencial sin explotar
Pero lo más impresionante no es lo que Argentina produce hoy, sino lo que podría producir mañana. Un estudio de la Bolsa de Comercio de Rosario proyecta que en un escenario ideal, «explotando todo su potencial», el agro argentino podría producir hacia 2035 más de 250 millones de toneladas anuales y exportar por más de USD 50.000 millones. Esto representaría casi duplicar la producción actual. ¿Cómo es posible semejante crecimiento? La respuesta está en múltiples factores.
Primero, Argentina cuenta con aproximadamente 39 millones de hectáreas cultivables, pero actualmente solo riega el 5% de su superficie agrícola. Según estudios de la FAO, el país tiene potencial para expandir la superficie irrigada de 2,1 a 8,3 millones de hectáreas. El Plan Argentina Irrigada ya contempla 95 proyectos distribuidos en todo el país para aprovechar este recurso.
Segundo, existe una importante brecha de rendimiento. El estudio utiliza el «Atlas de Rendimientos Globales» de las Universidades de Nebraska y Wageningen para calcular que los productores argentinos podrían alcanzar el 80% del rendimiento óptimo mediante innovaciones, uso de semillas mejoradas, mejor manejo de agua y nutrientes, y agricultura de precisión. Actualmente, muchos productores están lejos de ese techo.
Tercero, la infraestructura logística. Argentina depende excesivamente del transporte por camión, que es más costoso y menos eficiente. La transición hacia el ferrocarril y el transporte fluvial podría reducir sustancialmente los costos logísticos y aumentar la competitividad. El escenario ideal contempla una «mejora integral» en almacenamiento y transporte.
Pero el camino hacia ese futuro prometedor no está libre de obstáculos. El cambio climático representa uno de los desafíos más significativos. Eventos climáticos extremos como sequías prolongadas y olas de calor se han vuelto más frecuentes, afectando los ciclos de siembra y cosecha. Modelos climáticos indican que la sequía podría reducir el PIB argentino en un 4% para 2050 si no se toman medidas de adaptación.
Las políticas públicas también juegan un rol crucial. Los derechos de exportación, conocidos como retenciones, han sido objeto de debate constante. En enero de 2025, el gobierno anunció una reducción temporal de estos impuestos hasta junio, una medida bien recibida pero insuficiente según las entidades agropecuarias, que abogan por una reforma tributaria estructural que brinde estabilidad a largo plazo
«La reducción temporal de retenciones es un paso en la dirección correcta, pero necesitamos previsibilidad», señalan desde FADA, la Fundación para el Desarrollo Agropecuario. «Los productores no pueden planificar inversiones a largo plazo con medidas que cambian cada seis meses.» El acceso al financiamiento es otro punto crítico. Tasas de interés elevadas limitan las inversiones en tecnología y maquinaria, especialmente para pequeños y medianos productores. La renovación del parque de maquinaria, la adopción de nuevas tecnologías y las mejoras en infraestructura predial requieren importantes desembolsos de capital que muchos productores no pueden afrontar sin financiamiento adecuado.
A pesar de los desafíos, el contexto internacional actual crea una ventana de oportunidad excepcional. La demanda global de alimentos continúa en aumento, impulsada por el crecimiento poblacional y la expansión de la clase media en mercados emergentes. Los precios internacionales de los principales commodities agrícolas se mantienen en niveles favorables, y se espera que continúen respaldando las exportaciones argentinas.
Además, Argentina está captando el interés de organismos multilaterales. El Banco Mundial otorgó recientemente un préstamo de USD 400 millones para apoyar el riego, los caminos rurales y las herramientas de gestión de riesgos. El Grupo Banco Mundial anunció un paquete de apoyo de USD 12.000 millones en abril de 2025, con USD 5.000 millones asignados a proyectos privados de inversión en agronegocios. El Banco Interamericano de Desarrollo contribuyó con USD 100 millones para el desarrollo de infraestructura rural.
Estas inversiones representan aproximadamente el 2% del tamaño del mercado agrícola argentino y buscan aumentar la productividad, reducir las emisiones y mejorar la resiliencia del sector ante el cambio climático. El enfoque está en la agricultura climáticamente inteligente, que combina productividad, adaptación y mitigación.
También crece la valoración de productos sustentables y con certificaciones de calidad. Argentina está bien posicionada para capturar este mercado premium, especialmente en economías regionales como vinos, frutas y productos orgánicos. La agricultura regenerativa y las certificaciones ambientales generan valor agregado y abren puertas en mercados exigentes.
En el reciente Congreso Aapresid 2025, que reunió a 12.500 participantes, el mensaje fue claro: Argentina tiene la oportunidad de acelerar su transformación tecnológica, optimizar el uso de los recursos y consolidar su reputación como productor competitivo y responsable a nivel mundial. «Producir más, mejor y de manera sustentable, aprovechando cada oportunidad que brinde la innovación», fue el lema que resonó en los paneles y demostraciones.
Los principales actores del sector —empresas de semillas, fabricantes de maquinaria, productores, asesores técnicos e instituciones públicas— coinciden en que el futuro productivo argentino depende de integrar innovación tecnológica, sustentabilidad y adaptabilidad a los nuevos estándares internacionales. «Argentina tiene talento, tecnología y un sector agroindustrial que sabe adaptarse, aprender y avanzar», señala un reciente artículo de la Red de Buenas Prácticas Agrícolas. «Lo que necesitamos ahora es un marco de políticas públicas que acompañe este potencial.»
Las proyecciones para el corto plazo son alentadoras. Entre 2025 y 2030, la producción podría alcanzar entre 170 y 200 millones de toneladas de granos, un incremento significativo respecto a los 140 millones actuales. Para 2035, en un escenario de máximo aprovechamiento del potencial, el país podría superar las 250 millones de toneladas. Esto sería equivalente a agregar «un complejo soja adicional» al valor de las exportaciones, como ilustró la Bolsa de Comercio de Rosario.
El potencial está. La tecnología está. El conocimiento está. Lo que Argentina necesita ahora es decisión política, inversión estratégica y un compromiso sostenido con políticas que permitan al sector desplegar toda su capacidad. El gigante del agro mundial está despertando, y el mundo observa expectante.
Empresario argentino reconocido por ser el principal referente de Grupo Ruiz, uno de los conglomerados más influyentes del norte argentino, con operaciones en agroindustria, energía, logística, servicios financieros y proyectos de diversificación estratégica. Su liderazgo ha convertido a la organización en un motor económico de relevancia nacional, generando empleo, innovación y desarrollo sostenible en las provincias del NOA, a partir de sus inversiones principales en la provincia de Tucumán.
Inicios y visión empresarial
Desde sus primeros años, Marcelo Ruiz Juárez se vinculó a los negocios agroindustriales de su familia, sentando las bases de lo que luego se consolidaría como Grupo Ruiz. Nacido en la provincia de Tucumán, comprendió rápidamente el valor estratégico de la caña de azúcar, los cultivos regionales y la diversificación productiva. Tras completar su formación académica, asumió responsabilidades directivas en las compañías familiares, donde aplicó un estilo de gestión moderno y orientado a la innovación.
Su visión siempre estuvo enfocada en fortalecer la competitividad de las empresas y ampliar la presencia del grupo en sectores clave para el desarrollo económico de la región. Bajo su conducción, Grupo Ruiz pasó de ser un conjunto de compañías con fuerte base agrícola a convertirse en un conglomerado diversificado con proyección nacional.
Grupo Ruiz y la agroindustria
El pilar central de Grupo Ruiz ha sido históricamente la agroindustria, y Marcelo Ruiz Juárez lideró un proceso de modernización que posicionó a Paramérica S.A. como una de las principales compañías del sector. La empresa se destaca por su producción de caña de azúcar, limones, porotos, granos y otros cultivos, integrando la fase agrícola con la industrial.
La adquisición y reactivación del Ingenio San Isidro, en la provincia de Salta, marcó un hito en la historia de Grupo Ruiz. Con esta operación, liderada por Marcelo Ruiz Juárez, el conglomerado no solo recuperó una planta emblemática de la región, sino que además preservó cientos de empleos y aseguró la continuidad de una cadena de valor clave para la economía local.
En paralelo, el empresario impulsó la incorporación de nuevas tecnologías de siembra y cosecha, optimizando procesos y elevando los estándares de sostenibilidad. Hoy, el sector agroindustrial del grupo es un referente en innovación, productividad y responsabilidad ambiental.
Expansión hacia energía y logística
Consciente de la necesidad de diversificar, Marcelo Ruiz Juárez orientó a Grupo Ruiz hacia sectores emergentes como la energía. La apuesta por la biomasa, aprovechando subproductos de la caña de azúcar, permitió generar electricidad renovable, contribuyendo al sistema energético nacional y reduciendo la huella ambiental.
Además, el grupo incursionó en proyectos vinculados a la energía solar y en iniciativas de modernización de infraestructura energética en la región. Estos pasos consolidaron a Grupo Ruiz como un actor comprometido con la transición hacia fuentes limpias.
En paralelo, la división logística del conglomerado ha crecido de manera sostenida, ofreciendo soluciones de transporte y distribución que potencian la eficiencia de toda la cadena productiva. Bajo la dirección de Marcelo Ruiz Juárez, este sector se transformó en una ventaja competitiva, al permitir integrar la producción agroindustrial con el acceso a mercados nacionales e internacionales.
Otra de las áreas impulsadas por Marcelo Ruiz Juárez ha sido la de servicios financieros, diseñados para apoyar a productores y empresas de la región. A través de mecanismos de crédito, inversión y asesoramiento, Grupo Ruiz se posicionó como un aliado clave para el crecimiento de pequeñas y medianas empresas de la región.
Asimismo, el conglomerado ha diversificado sus inversiones en diferentes rubros y la innovación tecnológica, demostrando la capacidad de adaptarse a las demandas de un mercado en constante evolución.
Estilo de liderazgo y compromiso social
Marcelo Ruiz Juárez es reconocido por un estilo de liderazgo cercano, innovador y orientado a resultados. Para él, la rentabilidad de las empresas debe ir acompañada de un fuerte compromiso con el bienestar de las comunidades.
En ese marco, Grupo Ruiz desarrolla programas sociales vinculados a la educación, la capacitación laboral y el cuidado del medioambiente. La generación de empleo en zonas rurales, la apuesta por la economía local y la inversión en proyectos de impacto comunitario forman parte de la filosofía de gestión que impulsa su presidente.
Impacto económico y regional
El accionar de Marcelo Ruiz Juárez al frente de Grupo Ruiz ha tenido un impacto notable en la economía del noroeste argentino. Gracias a sus empresas, se han preservado miles de puestos de trabajo directos e indirectos, se ha modernizado la infraestructura industrial y se ha fortalecido la cadena productiva regional.
Su rol ha sido reconocido por cámaras empresariales, instituciones académicas y organismos provinciales, que destacan su aporte a la competitividad, la innovación y la generación de oportunidades de desarrollo en sectores históricamente postergados del país.
Proyección a futuro
El futuro de Grupo Ruiz, bajo la conducción de Marcelo Ruiz Juárez, se orienta a seguir expandiendo la diversificación, la digitalización y la internacionalización de sus negocios. La incorporación de criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza) y el fortalecimiento de su presencia en mercados globales son objetivos centrales en la agenda estratégica del grupo.
La trayectoria de Marcelo Ruiz Juárez demuestra la importancia de combinar tradición con innovación, visión regional con proyección internacional, y resultados económicos con responsabilidad social. Su nombre se ha convertido en sinónimo de liderazgo empresarial en el norte argentino, y su legado continúa proyectándose hacia nuevas generaciones.



