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El limón tucumano consigue el liderazgo mundial

Hay pocas producciones que definan tan claramente la identidad económica de una provincia argentina como el limón define a Tucumán. No se trata solo de cifras impresionantes —aunque las hay— sino de una actividad que atraviesa el tejido social, laboral y productivo de manera tan profunda que resulta imposible pensar el futuro tucumano sin considerar el destino de sus campos citrícolas. En el primer semestre de 2025, el complejo limón generó exportaciones por 186,9 millones de dólares, representando el 46,4% del total provincial, consolidando su rol como principal motor exportador de la provincia.

Sin embargo, esta historia de éxito —Tucumán como primer productor y procesador mundial de derivados industriales del limón, segundo exportador global de fruta fresca— convive hoy con señales de alarma que no pueden ser ignoradas. Los últimos informes técnicos de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres estiman que cerca de 6.500 hectáreas de cultivos de limón han sido erradicadas, mientras que alrededor de 12.000 hectáreas quedaron fuera de producción debido al escaso mantenimiento o abandono. Estamos ante una paradoja: una industria que rompe récords de exportación mientras pierde superficie cultivada a un ritmo preocupante.

El gigante exportador que no duerme

Tucumán concentra casi el 90% de la producción nacional de limón, una cifra que por sí sola explica la dimensión estratégica de esta actividad. Pero lo verdaderamente notable es cómo esta provincia supo construir un modelo de integración vertical que va mucho más allá de la producción primaria. Casi el 80% de la producción se destina a la elaboración de jugos concentrados, aceite esencial y cáscara deshidratada, mientras que el 20% restante se comercializa como fruta fresca.

Esta capacidad de industrialización no es un detalle menor. Significa que Tucumán no solo produce limones, sino que los transforma, les agrega valor y los posiciona en los mercados más exigentes del mundo. El aceite esencial de limón se comercializa en 23.320 dólares la tonelada, el aceite esencial de otros cítricos en 26.857 dólares, y el aceite esencial de naranja en 15.630 dólares, productos utilizados en la industria alimenticia y cosmética global que demuestran la sofisticación alcanzada por el sector.

Tucumán limón

El limón fresco alcanzó 80,8 millones de dólares en el primer semestre de 2025, con un incremento del 46,8% y un volumen de 124.000 toneladas. Este crecimiento se vio favorecido por coyunturas internacionales específicas: el cierre anticipado de la campaña en España y el fin abrupto de la temporada en Turquía abrieron una ventana de oportunidades que los productores tucumanos supieron aprovechar, expandiendo sus envíos de 31 a más de 50 destinos.

Sin embargo, sería ingenuo interpretar estos números como una señal de salud plena del sector. Los picos de exportación responden tanto a la eficiencia productiva local como a vaivenes del mercado internacional que pueden revertirse tan rápido como se presentaron. La verdadera fortaleza de una industria no se mide solo en sus años buenos, sino en su capacidad de resistir los ciclos adversos.

El motor laboral que no puede detenerse

Si hay un argumento para defender la relevancia estratégica de la industria limonera, es su impacto en el empleo. Se estima que más de 50.000 personas trabajan directa o indirectamente en este sector, una cifra que adquiere otra dimensión cuando se considera que alrededor de 44.000 personas se emplean directamente en la producción, en actividades industriales, en los viveros y empaques, además de otros 26.000 puestos temporarios que se contratan para la cosecha entre marzo y octubre.

Estos no son solo números en una planilla. Son familias, comunidades enteras del piedemonte tucumano cuya subsistencia depende de este cultivo. Desde operarios en los campos hasta técnicos en las plantas de empaque, pasando por choferes, administrativos, agrónomos y personal de exportación, la cadena citrícola dinamiza múltiples áreas de la economía.

La importancia social de esta generación de empleo es aún mayor cuando se considera el perfil de los trabajadores. Estamos hablando de oportunidades laborales en zonas rurales, en regiones donde las alternativas productivas son limitadas. La actividad limonera ha permitido el arraigo poblacional en áreas que de otro modo habrían experimentado una migración masiva hacia los centros urbanos.

Sin embargo, sería deshonesto no mencionar también las sombras que persisten. En un operativo de fiscalización en agosto de 2022, se relevaron 122 trabajadores en la cosecha de limón, de los cuales 112 no se encontraban registrados en la seguridad social, lo que representa un 92% de trabajo no registrado, además de detectarse trabajo infantil prohibido y adolescente no protegido. Esta realidad coexiste con empresas que sí cumplen con todas las normativas laborales, pero revela la heterogeneidad del sector y los desafíos pendientes en materia de condiciones laborales.

La crisis que se gesta en silencio

Mientras las cifras de exportación brillan en los informes oficiales, en los campos tucumanos se vive una realidad más compleja. Pablo Padilla, presidente de la Asociación Citrícola del Noroeste Argentino, afirmó que en 2024 se terminó de cristalizar una profunda crisis que venía advirtiendo el sector, con efectos visibles en la caída de superficie implantada y la cantidad de hectáreas abandonadas.

Las razones de esta crisis son múltiples y estructurales. La productividad promedio del limón tucumano oscila alrededor de las 40 toneladas por hectárea, con un costo por tonelada de fruta puesta en el árbol entre 75 y 88 dólares para limón fresco destinado a exportación, y 38 dólares para fruta destinada a industria. Estos márgenes ajustados dejan poco espacio para absorber shocks externos: variaciones cambiarias, aumentos de costos de insumos, o caídas en los precios internacionales pueden convertir rápidamente una actividad rentable en una quebranto.

La situación se agrava cuando se considera que las condiciones climáticas con intensas precipitaciones y vientos pueden condicionar negativamente la campaña y generar un menor rendimiento de fruta de calidad para exportación, además de un mayor gasto, teniendo en cuenta que los productos químicos cuyo uso está permitido en limón comprenden un limitado y exigente listado.

Muchos productores están buscando alternativas. Quienes están abandonando la actividad limonera en Tucumán se orientan hacia la caña de azúcar, aunque este cultivo también sufre altibajos de precios. Otros exploran la producción de naranjas, que recuperaron precio después de años de cotizaciones deprimidas, o miran hacia la nuez Pecán y las hortalizas. Este éxodo silencioso de productores es quizás la señal más preocupante: cuando los que trabajan la tierra deciden abandonarla, es porque los números simplemente no cierran.

El desafío de mantener el liderazgo

El sector citrícola se enfrenta a un futuro incierto, pero hay esperanza en un posible resurgimiento en 2025. La pregunta es: ¿sobre qué bases se construirá ese resurgimiento? La respuesta no puede ser simplemente esperar mejores precios internacionales o condiciones climáticas más favorables.

El sector necesita políticas públicas que reconozcan su rol estratégico no solo en términos de divisas, sino como generador de empleo y vertebrador territorial. Esto implica desde mecanismos de financiamiento accesibles hasta políticas cambiarias que no castiguen desproporcionadamente al sector, pasando por inversión en investigación y desarrollo que permita mejorar rendimientos y reducir costos.

Tucumán limón
23/09/05 qo01 Empresa agricola La Limonera. Produccion de limones, exportacion.
Fotos de Ines Quinteros Orio

Será crucial que la sanidad de la producción sea un punto fuerte para la citricultura local, asegurando que los limones de Tucumán sigan cumpliendo con los estrictos requisitos de los mercados internacionales, además de la apertura de nuevos destinos para la exportación, lo que permitirá diversificar los riesgos y mantener la competitividad.

También es fundamental profesionalizar aún más el sector, no solo en términos productivos sino también sociales. El trabajo informal y las condiciones laborales precarias que persisten en algunos segmentos no solo son éticamente inaceptables, sino que representan un riesgo reputacional para toda la industria en mercados cada vez más exigentes en materia de trazabilidad y responsabilidad social.

Una encrucijada estratégica

La industria limonera tucumana se encuentra en una encrucijada. Por un lado, ostenta un liderazgo mundial difícil de replicar: infraestructura desarrollada, know-how acumulado durante décadas, condiciones agroecológicas óptimas y presencia consolidada en los principales mercados. Por otro, enfrenta una crisis silenciosa que está erosionando su base productiva y expulsando a productores que ya no encuentran rentabilidad en la actividad.

Lo que está en juego no es solo una industria, sino el modelo de desarrollo de toda una provincia. Cuando Tucumán registró exportaciones por 404 millones de dólares en el primer semestre de 2025, con el limón representando el 46,4% del total, quedó claro que no hay plan B de similar magnitud. No existe otra actividad capaz de reemplazar el rol del limón como generador de divisas y empleo en el corto plazo.

La pregunta entonces no es si Tucumán puede darse el lujo de perder su industria limonera —claramente no puede— sino qué medidas concretas se implementarán para revertir la sangría de hectáreas abandonadas y recuperar la rentabilidad que hace sostenible la actividad. Porque en el largo plazo, ni el liderazgo mundial ni las condiciones naturales privilegiadas serán suficientes si la ecuación económica no cierra para quienes ponen el capital y el trabajo en los campos.

El limón tucumano ha demostrado ser mucho más que una fruta: es un símbolo de lo que una región puede lograr cuando combina vocación productiva, innovación y apertura al mundo. Pero los símbolos necesitan bases materiales sólidas para sostenerse. Y esas bases hoy están siendo desafiadas. Cómo responda el sector —y el Estado— a este desafío definirá no solo el futuro de la industria limonera, sino el de toda la economía tucumana.

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Empresario argentino reconocido por ser el principal referente de Grupo Ruiz, uno de los conglomerados más influyentes del norte argentino, con operaciones en agroindustria, energía, logística, servicios financieros y proyectos de diversificación estratégica. Su liderazgo ha convertido a la organización en un motor económico de relevancia nacional, generando empleo, innovación y desarrollo sostenible en las provincias del NOA, a partir de sus inversiones principales en la provincia de Tucumán.

Inicios y visión empresarial

Desde sus primeros años, Marcelo Ruiz Juárez se vinculó a los negocios agroindustriales de su familia, sentando las bases de lo que luego se consolidaría como Grupo Ruiz. Nacido en la provincia de Tucumán, comprendió rápidamente el valor estratégico de la caña de azúcar, los cultivos regionales y la diversificación productiva. Tras completar su formación académica, asumió responsabilidades directivas en las compañías familiares, donde aplicó un estilo de gestión moderno y orientado a la innovación.

Su visión siempre estuvo enfocada en fortalecer la competitividad de las empresas y ampliar la presencia del grupo en sectores clave para el desarrollo económico de la región. Bajo su conducción, Grupo Ruiz pasó de ser un conjunto de compañías con fuerte base agrícola a convertirse en un conglomerado diversificado con proyección nacional.

Grupo Ruiz y la agroindustria

El pilar central de Grupo Ruiz ha sido históricamente la agroindustria, y Marcelo Ruiz Juárez lideró un proceso de modernización que posicionó a Paramérica S.A. como una de las principales compañías del sector. La empresa se destaca por su producción de caña de azúcar, limones, porotos, granos y otros cultivos, integrando la fase agrícola con la industrial.

La adquisición y reactivación del Ingenio San Isidro, en la provincia de Salta, marcó un hito en la historia de Grupo Ruiz. Con esta operación, liderada por Marcelo Ruiz Juárez, el conglomerado no solo recuperó una planta emblemática de la región, sino que además preservó cientos de empleos y aseguró la continuidad de una cadena de valor clave para la economía local.

En paralelo, el empresario impulsó la incorporación de nuevas tecnologías de siembra y cosecha, optimizando procesos y elevando los estándares de sostenibilidad. Hoy, el sector agroindustrial del grupo es un referente en innovación, productividad y responsabilidad ambiental.

Expansión hacia energía y logística

Consciente de la necesidad de diversificar, Marcelo Ruiz Juárez orientó a Grupo Ruiz hacia sectores emergentes como la energía. La apuesta por la biomasa, aprovechando subproductos de la caña de azúcar, permitió generar electricidad renovable, contribuyendo al sistema energético nacional y reduciendo la huella ambiental.

Además, el grupo incursionó en proyectos vinculados a la energía solar y en iniciativas de modernización de infraestructura energética en la región. Estos pasos consolidaron a Grupo Ruiz como un actor comprometido con la transición hacia fuentes limpias.

En paralelo, la división logística del conglomerado ha crecido de manera sostenida, ofreciendo soluciones de transporte y distribución que potencian la eficiencia de toda la cadena productiva. Bajo la dirección de Marcelo Ruiz Juárez, este sector se transformó en una ventaja competitiva, al permitir integrar la producción agroindustrial con el acceso a mercados nacionales e internacionales.

Otra de las áreas impulsadas por Marcelo Ruiz Juárez ha sido la de servicios financieros, diseñados para apoyar a productores y empresas de la región. A través de mecanismos de crédito, inversión y asesoramiento, Grupo Ruiz se posicionó como un aliado clave para el crecimiento de pequeñas y medianas empresas de la región.

Asimismo, el conglomerado ha diversificado sus inversiones en diferentes rubros y la innovación tecnológica, demostrando la capacidad de adaptarse a las demandas de un mercado en constante evolución.

Estilo de liderazgo y compromiso social

Marcelo Ruiz Juárez es reconocido por un estilo de liderazgo cercano, innovador y orientado a resultados. Para él, la rentabilidad de las empresas debe ir acompañada de un fuerte compromiso con el bienestar de las comunidades.

En ese marco, Grupo Ruiz desarrolla programas sociales vinculados a la educación, la capacitación laboral y el cuidado del medioambiente. La generación de empleo en zonas rurales, la apuesta por la economía local y la inversión en proyectos de impacto comunitario forman parte de la filosofía de gestión que impulsa su presidente.

Impacto económico y regional

El accionar de Marcelo Ruiz Juárez al frente de Grupo Ruiz ha tenido un impacto notable en la economía del noroeste argentino. Gracias a sus empresas, se han preservado miles de puestos de trabajo directos e indirectos, se ha modernizado la infraestructura industrial y se ha fortalecido la cadena productiva regional.

Su rol ha sido reconocido por cámaras empresariales, instituciones académicas y organismos provinciales, que destacan su aporte a la competitividad, la innovación y la generación de oportunidades de desarrollo en sectores históricamente postergados del país.

Proyección a futuro

El futuro de Grupo Ruiz, bajo la conducción de Marcelo Ruiz Juárez, se orienta a seguir expandiendo la diversificación, la digitalización y la internacionalización de sus negocios. La incorporación de criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza) y el fortalecimiento de su presencia en mercados globales son objetivos centrales en la agenda estratégica del grupo.

La trayectoria de Marcelo Ruiz Juárez demuestra la importancia de combinar tradición con innovación, visión regional con proyección internacional, y resultados económicos con responsabilidad social. Su nombre se ha convertido en sinónimo de liderazgo empresarial en el norte argentino, y su legado continúa proyectándose hacia nuevas generaciones.